La Diócesis celebra la Jornada del Migrante y del Refugiado
Acogida y Confianza en Dios
La Concatedral de Santa María de Castellón se llenó este domingo de fe y fraternidad durante la celebración de la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado.

Fue con una Eucaristía presidida por el Obispo de Segorbe-Castellón, Mons. Casimiro López Llorente y concelebrada por el Director del Secretariado para las Migraciones, D. Juan Crisóstomo; y el párroco de Santa maría, D. Joaquín Muñoz, acompañados por varios sacerdotes de la Diócesis y asistidos por el Diácono. La Misa reunió a comunidades de fieles de distintos países que viven en la provincia, en un ambiente de alegría y comunión bajo el lema de este año: “Migrantes misioneros de esperanza”.
El templo acogió a personas procedentes de América Latina, África, Europa del Este y Asia, cuya presencia es significativa en diferentes parroquias de nuestra Diócesis y que ayer participaron activamente en la liturgia con cantos, lecturas y ofrendas en distintos idiomas, simbolizando la universalidad de la Iglesia.

En su homilía, D. Casimiro dirigió un afectuoso saludo a los sacerdotes concelebrantes, y al Rvdo. Padre Nicolás, de la parroquia ortodoxa rumana de Castellón presente también en la celebración. Agradeció la presencia de tantas personas que acudieron a la cita, con mención especial a la comunidad vietnamita que se unía por primera vez a esta Eucaristía.
El Obispo centró su reflexión en el Evangelio del día, recordando cómo los discípulos pidieron a Jesús que aumentara su fe. “También nosotros —dijo— necesitamos pedirle al Señor: ‘Auméntanos la fe’, para dejarnos cambiar por su Palabra y hacer de ella norma de nuestra vida”.
«Jesús se identifica con el migrante»
El obispo recordó las palabras de Cristo: “Fui forastero y me acogisteis”, subrayando que “el mismo Jesús se identifica con cada persona que ha de migrar de una tierra a otra, sea por la causa que sea”. En este sentido, exhortó a los cristianos a mirar en el rostro de cada migrante “el rostro mismo de Cristo” y a acogerle “como si de Él se tratara”.
También destacó que la migración no debe entenderse solo como un fenómeno social o político, sino sobre todo como una historia de personas, porque «en el centro está siempre la persona humana, creada a imagen de Dios».
Un aporte de vida y fe que enriquece nuestra Iglesia
Durante su intervención, el D. Casimiro reconoció el valioso aporte de los migrantes tanto a la sociedad como a la Iglesia diocesana: “muchos de vosotros habéis venido buscando un futuro mejor, y con vuestro trabajo y fe estáis contribuyendo al bien común”.
Una llamada a la acogida y a la esperanza
En relación con la realidad de la Diócesis, afirmó que las comunidades cristianas se ven revitalizadas gracias a la presencia de los fieles migrantes al integrarse como parte viva «en la vida parroquial, cuando participáis como catequistas, en los coros o en los grupos, ayudáis a renovar comunidades a veces envejecidas y cansadas”.
Mons. Casimiro López Llorente también hizo referencia a la necesidad de que los Estados regulen los flujos migratorios, pero siempre respetando “la dignidad inviolable de cada persona humana, por ser criatura de Dios”. Y añadió que “los migrantes sois también misioneros de esperanza. Vuestra fe, vuestra entrega y vuestro testimonio son un don para todos nosotros”.
Para concluir homilía, invitó a los presentes a mirar a María, “que también conoció la experiencia de ser migrante”, y a pedirle su intercesión “para que nos ayude a acoger con amor a los que llegan a nuestras tierras y comunidades”.
La celebración representó la universalidad de la Iglesia que se hizo patente en las peticiones, leídas en varias lenguas, así como en las ofrendas previas a la liturgia eucarística. «El justo vivirá por la fe – recordó D. Casimiro citando al profeta Habacuc -. Fiándonos de Dios y acogiendo su palabra, construiremos juntos una sociedad más fraterna, donde cada migrante encuentre un hogar y una esperanza».
Fuente: Obispado Segorbe-Castellón



